sábado, 28 de noviembre de 2015

PREFACIOS

PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN

UN anuncio de este trabajo, cuyo primer volumen ahora se presenta al público, apareció en la Gaceta Literaria del 26 de agosto de 1837 y en otros periódicos importantes del momento, bajo su título original de Memorias históricas de las reinas de Inglaterra.[1] Había tenido anteriormente el honor de comunicar a su majestad la reina Victoria que desde hacía unos años me veía involucrada en preparar para la prensa la historia personal de las damas de la realeza, muchas de las cuales son sus ilustres antepasadas; y fui favorecida con el permiso más gracioso de su majestad para dedicarle la obra.
Una larga y peligrosa enfermedad retrasó la publicación de la primera serie. En el ínterin, otro escritor se apropió del título que había elegido y bajo el mismo se han publicado las memorias de algunas de las reinas cuyas biografías, en sucesión regular e ininterrumpida, comprenden la presente serie de Las vidas de las reinas de Inglaterra.
Sin embargo, la biografía, especialmente la histórica, es un campo muy amplio que recibe libremente a todos los que se afanan en esta sabia era de investigación. De hecho, tantos puntos de vista opuestos los posan en los mismos hechos y personajes personas de diferente constitución mental, que la causa de la verdad de seguro se beneficia cuando la indagación de varios autores se dirige a los mismos temas.
«Hechos, no opiniones» debe ser el lema de todo historiador honesto; y es un deber sagrado no afirmar nada a la ligera, o sin buena prueba, de aquéllos que ya no pueden responder por sí mismos. He tenido en cuenta la obligación que precede el juramento de los jurados, que dice así: «Juzgarás esta causa con verdad y justicia; no culparás a nadie por malicia; no excusarás a nadie de favor, etcétera».
Sintiéndome así obligada, por todas y cada una de las reinas sepultadas de Inglaterra cuyas acciones desde la cuna hasta la tumba estaba a punto de poner ante el público, consideré la responsabilidad de la tarea antes que la necesidad de acelerar su publicación. El número de autoridades necesarias, algunas de las cuales no podían obtenerse en Inglaterra, y la profunda investigación entre los cronistas normandos, provenzales, franceses y latinos, que era indispensable, hizo imposible apresurar una obra que esperaba fuese útil permanentemente.
Como ha sido uno de mis principales objetos hacer de Las vidas de las reinas de Inglaterra una obra de interés general para toda clase de lectores, he modernizado la ortografía de los extractos de autores antiguos, y me he esforzado tanto como pude en evitar detalles prolijos y minuciosos sobre temas más propios de la investigación del anticuario que de volúmenes cuyo destino es hallar, según espero, un lugar en las bibliotecas domésticas tanto como en las públicas.
La Introducción contiene breves noticias de nuestras antiguas reinas británicas y sajonas. De hecho, sus registros son demasiado escasos como para admitir un tratamiento diferente. Sin embargo, un trabajo que profesa ser la historia de la realeza femenina de nuestro país habría quedado incompleto sin una mención de esas princesas.
El plan de desarrollo cronológico que se adoptó en esta obra presentaba, a primera vista, grandes dificultades para escribir las vidas de las reinas que sobrevivieron a sus reales esposos, y participaron como reinas viudas en los anales de las siguientes reinas consortes. A veces ha habido dos reinas viudas de Inglaterra contemporáneas, o dos reinas viudas y una reina consorte, como en el reinado de Juan, cuando Leonor —la viuda de Enrique II—, Berenguela —la viuda de Ricardo I— e Isabel —la consorte de Juan— existieron todas en el mismo período. En tales casos, y otros en que ha sido necesario evitar el mal de contar dos veces una misma cosa, o la confusión de fechas, la secuela de las memorias de la reina viuda se ha incluido entre los eventos cronológicos de la época a la que pertenecía.
Las biografías de las reinas de Inglaterra comienzan en su orden natural con la vida de Matilde, la consorte de Guillermo el Conquistador, primera de nuestras reinas anglonormandas y madre de la subsiguiente línea de reyes cuya dinastía, en la persona de nuestra actual señora soberana la reina Victoria, ocupa el trono de Inglaterra. Independientemente de su importante posición entre las reinas inglesas, los incidentes de la vida de Matilde son peculiarmente interesantes, y me place mucho hacerla mejor conocida al lector inglés, ya que los ricos materiales que componen sus memorias provienen principalmente de crónicas normandas y latinas sin traducir.
La historia de la emperatriz Matilde se incluye en las de las reinas de Inglaterra contemporáneas suyas, con cuyos anales los acontecimientos de su vida están unidos inseparablemente.
En tanto nexo de unión entre las dinastías anglosajona y anglonormanda, madre del linaje de reyes Plantagenet, la emperatriz Matilde es un personaje de gran importancia en la historia de Inglaterra; pero nunca un historiador, ya sea antiguo o moderno, la incluyó en el catálogo de soberanos ingleses. Incluso en su gran sello no reclamaba otro título que el de «Domina of England»[2]; y como no fue soberano coronado ni ungido y, aunque reina de jure, no logró establecer sus derechos por la fuerza y voluntariamente los cedió a su hijo Enrique II, una memoria separada de esta princesa no podía aparecer con propiedad entre las de las reinas de Inglaterra.
La vida de Berenguela, la reina cruzada de Ricardo Corazón de León, se presenta por primera vez al público en el segundo volumen de esta obra.
La memoria de Isabel de Valois, la viuda virgen de Ricardo II, cuya historia azarosa poco conocen algunos autores, se incluye en estas biografías.
La memoria de Margarita de Anjou contiene una parte de su vida que actualmente desconocen los historiadores ingleses —los detalles de su infancia y primera juventud. Estos derivan de las fuentes más auténticas, y comprenden muchos detalles nuevos de su vida privada y pública como reina de Inglaterra, y de la triste época de su viudez.
Me atrevo a esperar que la vida de Catalina Parr forme una parte atractiva del quinto volumen de Las vidas de las reinas de Inglaterra —mi relación ancestral con dicha reina me ofrece posibilidades peculiares como su biógrafa.
Las historias personales de las reinas anglonormandas y varias de las Plantagenet las envuelve tan grande oscuridad, que ha costado años de paciente investigación —entre las crónicas inglesas y extranjeras, los registros antiguos, la literatura anticuaria y las fuentes colaterales de información de diversos tipos— rastrear los acontecimientos de sus vidas desde la cuna hasta la tumba. La parte más difícil de la empresa está terminada; pues los volúmenes finales de las vidas y épocas de las reinas de Inglaterra pertenecen a épocas abundantes en materiales auténticos para la biografía real. Papeles de Estado, cartas autógrafas y otros documentos importantes que el gusto anticuario de nuestra época ha sacado de los anaqueles donde han dormido entre el polvo de siglos, para brindar su silenciosa pero incontrovertible evidencia sobre asuntos relacionados con la historia pública y privada de la realeza, permiten a los escritores que, no sesgados por el estímulo del espíritu partidista, se ocupan de los hechos en lugar de las opiniones, desentrañar la maraña de falsedades y exponer la verdad con toda sinceridad.
En conclusión, debo reconocer mis obligaciones a su gracia el duque de Norfolk, y al Sr. Howard de Corby, descendientes de la reina Adela, por algunos detalles importantes relacionados con la vida de esa princesa, por los que estoy en deuda con «Memorials of the Howard Family». De hecho, debo peculiarmente mi agradecimiento al Sr. Howard, así como a su consumado hijo Philip H. Howard, Esq.[3], MP[4] por Carlisle. Igualmente estoy en deuda con mis sabios amigos sir Thomas Phillips de Middlehill, sir Harris Nicolas y sir Cuthbert Sharp, por su inestimable amabilidad en lo que se refiere a manuscritos y libros de referencia.
La gentil atención que he recibido de sir William Woods, rey de armas de la orden de la Jarretera, y la valiosa asistencia que me proporcionaron G. F. Beltz, Esq. heraldo de Lancaster, y C. G. Young, Esq. heraldo de York, reclaman también mi agradecido recuerdo.
Asimismo debo ofrecer mi reconocimiento al conde de Stradbroke, lord Manners, D. E. Davey, Esq., y otras personas educadas y nobles de mi condado natal que facilitaron mi ardua empresa, colocando a mi disposición sus bibliotecas extensas y valiosas; ni puedo dejar de expresar mi sincero reconocimiento por la atención cortés y la ayuda que recibí durante mis investigaciones de los Sres. Cates y Grabham, bibliotecarios del Museo Británico, y de otros caballeros relacionados con ese tesoro educativo nacional.
Mi más sincero agradecimiento a mi lograda amiga mademoiselle Fontaine de Neuilly por su incansable amabilidad en proveerme crónicas extranjeras, y en transcribir documentos franceses de la Bibliothèque du Roi, no siempre al acceso en Inglaterra; también al Rev. J. Hunter, de la Oficina de Registro de aumentos; a J. Bruce, Esq. tesorero de la Sociedad de Camden, y sabio editor de algunas de sus publicaciones; a J. O. Halliwell, Esq., a cuyas investigaciones y trabajos literarios esa sociedad debe tanto; y por último, pero no menos importante, a la querida hermana que es mi compañera de trabajo y fiel asistente en Las vidas de las reinas de Inglaterra, que sin embargo ha prohibido que su nombre fuese unido en la portada con el de
AGNES STRICKLAND.
Reydon Hall, Suffolk,
16 de diciembre de 1839


PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN

LA demanda por los tres volúmenes de Las vidas de las reinas de Inglaterra ya publicados ha sido tan inesperadamente rápida, que una gran edición se ha agotado y se necesita una reimpresión de la parte inicial de la obra, antes que los volúmenes finales puedan llevarse a la prensa.
Esta circunstancia inusual pero muy gratificante, ha ofrecido oportunidad para correcciones y adiciones que, se espera, harán la publicación más digna de la halagadora recepción con que ha sido distinguida tanto por la prensa crítica como por el público, a quienes debo mis mayores agradecimientos. Asimismo, aprovecho la circunstancia para expresar mi más sincero reconocimiento a ese gran historiador, el Dr. Lingard, por la valiosa ayuda que me ha prestado en la presente edición.


PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN

EN la introducción a una tercera edición de los volúmenes de Las vidas de las reinas de Inglaterra puede ser adecuado hacer notar que se los ha sometido a una nueva revisión, completa y muy cuidadosa, y que se han hecho diversas adiciones para incrementar el interés de la obra. En consecuencia, la publicación del séptimo volumen que contiene la secuela de las memorias de la reina Isabel y la vida de la primera reina de Gran Bretaña, Ana de Dinamarca, se ha retrasado un tanto, pero estará disponible muy pronto el nuevo año.
Las muestras inequívocas de aprobación nacional que indican los pedidos repetidos de reimprimir las series ya publicadas de Las vidas de las reinas de Inglaterra, al tiempo que ofrecen una recompensa que enorgullece por el tiempo y el trabajo empleados en la empresa, proporcionarán un estímulo adicional al esfuerzo de hacer los volúmenes finales más dignos de la atención de los amantes de la literatura histórica.

Reydon Hall, Suffolk,
14 de diciembre 1843.




[1] «Historical Memoirs of the Queens of England» en el original. (N. del T.)
[2] «Señora de Inglaterra». (N. del T.)
[3] «Escudero». (N. del T.)
[4] «Miembro del Parlamento». (N. del T.)

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