PREFACIO
A LA PRIMERA EDICIÓN
UN anuncio de este trabajo, cuyo primer
volumen ahora se presenta al público, apareció en la Gaceta Literaria del 26 de agosto de 1837 y en otros periódicos
importantes del momento, bajo su título original de Memorias históricas de las reinas de Inglaterra.[1]
Había tenido anteriormente el honor
de comunicar a su majestad la reina Victoria que desde hacía unos años me veía
involucrada en preparar para la prensa la historia personal de las damas de la
realeza, muchas de las cuales son sus ilustres antepasadas; y fui favorecida
con el permiso más gracioso de su majestad para dedicarle la obra.
Una
larga y peligrosa enfermedad retrasó la publicación de la primera serie. En el
ínterin, otro escritor se apropió del título que había elegido y bajo el mismo
se han publicado las memorias de algunas
de las reinas cuyas biografías, en sucesión regular e ininterrumpida,
comprenden la presente serie de Las vidas
de las reinas de Inglaterra.
Sin
embargo, la biografía, especialmente la histórica, es un campo muy amplio que
recibe libremente a todos los que se afanan en esta sabia era de investigación.
De hecho, tantos puntos de vista opuestos los posan en los mismos hechos y
personajes personas de diferente constitución mental, que la causa de la verdad
de seguro se beneficia cuando la indagación de varios autores se dirige a los
mismos temas.
«Hechos,
no opiniones» debe ser el lema de todo historiador honesto; y es un deber
sagrado no afirmar nada a la ligera, o sin buena prueba, de aquéllos que ya no
pueden responder por sí mismos. He tenido en cuenta la obligación que precede
el juramento de los jurados, que dice así: «Juzgarás esta causa con verdad y
justicia; no culparás a nadie por malicia; no excusarás a nadie de favor, etcétera».
Sintiéndome
así obligada, por todas y cada una de las reinas sepultadas de Inglaterra cuyas
acciones desde la cuna hasta la tumba
estaba a punto de poner ante el público, consideré la responsabilidad de la
tarea antes que la necesidad de acelerar su publicación. El número de
autoridades necesarias, algunas de las cuales no podían obtenerse en
Inglaterra, y la profunda investigación entre los cronistas normandos,
provenzales, franceses y latinos, que era indispensable, hizo imposible apresurar
una obra que esperaba fuese útil permanentemente.
Como
ha sido uno de mis principales objetos hacer de Las vidas de las reinas de Inglaterra una obra de interés general
para toda clase de lectores, he modernizado la ortografía de los extractos de
autores antiguos, y me he esforzado tanto como pude en evitar detalles prolijos
y minuciosos sobre temas más propios de la investigación del anticuario que de
volúmenes cuyo destino es hallar, según espero, un lugar en las bibliotecas domésticas
tanto como en las públicas.
La
Introducción contiene breves noticias de nuestras antiguas reinas británicas y
sajonas. De hecho, sus registros son demasiado escasos como para admitir un tratamiento
diferente. Sin embargo, un trabajo que profesa ser la historia de la realeza
femenina de nuestro país habría quedado incompleto sin una mención de esas
princesas.
El
plan de desarrollo cronológico que se adoptó en esta obra presentaba, a primera
vista, grandes dificultades para escribir las vidas de las reinas que
sobrevivieron a sus reales esposos, y participaron como reinas viudas en los
anales de las siguientes reinas consortes. A veces ha habido dos reinas viudas de
Inglaterra contemporáneas, o dos reinas viudas y una reina consorte, como en el
reinado de Juan, cuando Leonor —la viuda de Enrique II—, Berenguela —la viuda
de Ricardo I— e Isabel —la consorte de Juan— existieron todas en el mismo
período. En tales casos, y otros en que ha sido necesario evitar el mal de contar
dos veces una misma cosa, o la confusión de fechas, la secuela de las memorias
de la reina viuda se ha incluido entre los eventos cronológicos de la época
a la que pertenecía.
Las
biografías de las reinas de Inglaterra comienzan en su orden natural con la
vida de Matilde, la consorte de Guillermo el Conquistador, primera de nuestras
reinas anglonormandas y madre de la subsiguiente línea de reyes cuya dinastía,
en la persona de nuestra actual señora soberana la reina Victoria, ocupa el
trono de Inglaterra. Independientemente de su importante posición entre las
reinas inglesas, los incidentes de la vida de Matilde son peculiarmente
interesantes, y me place mucho hacerla mejor conocida al lector inglés, ya que
los ricos materiales que componen sus memorias provienen principalmente de
crónicas normandas y latinas sin traducir.
La
historia de la emperatriz Matilde se incluye en las de las reinas de Inglaterra
contemporáneas suyas, con cuyos anales los acontecimientos de su vida están
unidos inseparablemente.
En
tanto nexo de unión entre las dinastías anglosajona y anglonormanda, madre del
linaje de reyes Plantagenet, la emperatriz Matilde es un personaje de gran
importancia en la historia de Inglaterra; pero nunca un historiador, ya sea
antiguo o moderno, la incluyó en el catálogo de soberanos ingleses. Incluso en
su gran sello no reclamaba otro título que el de «Domina of England»[2]; y
como no fue soberano coronado ni ungido y, aunque reina de jure, no logró establecer sus derechos por la fuerza y
voluntariamente los cedió a su hijo Enrique II, una memoria separada de esta
princesa no podía aparecer con propiedad entre las de las reinas de Inglaterra.
La
vida de Berenguela, la reina cruzada de Ricardo Corazón de León, se presenta
por primera vez al público en el segundo volumen de esta obra.
La
memoria de Isabel de Valois, la viuda virgen de Ricardo II, cuya historia
azarosa poco conocen algunos autores, se incluye en estas biografías.
La
memoria de Margarita de Anjou contiene una parte de su vida que actualmente
desconocen los historiadores ingleses —los detalles de su infancia y primera
juventud—. Estos derivan de las fuentes más auténticas, y comprenden muchos detalles
nuevos de su vida privada y pública como reina de Inglaterra, y de la triste época
de su viudez.
Me
atrevo a esperar que la vida de Catalina Parr forme una parte atractiva del
quinto volumen de Las vidas de las reinas
de Inglaterra —mi relación ancestral con dicha reina me ofrece posibilidades
peculiares como su biógrafa.
Las
historias personales de las reinas anglonormandas y varias de las Plantagenet las
envuelve tan grande oscuridad, que ha costado años de paciente investigación —entre
las crónicas inglesas y extranjeras, los registros antiguos, la literatura
anticuaria y las fuentes colaterales de información de diversos tipos— rastrear
los acontecimientos de sus vidas desde la cuna hasta la tumba. La parte más
difícil de la empresa está terminada; pues los volúmenes finales de las vidas y
épocas de las reinas de Inglaterra pertenecen a épocas abundantes en
materiales auténticos para la biografía real. Papeles de Estado, cartas
autógrafas y otros documentos importantes que el gusto anticuario de nuestra
época ha sacado de los anaqueles donde han dormido entre el polvo de siglos,
para brindar su silenciosa pero incontrovertible evidencia sobre asuntos
relacionados con la historia pública y privada de la realeza, permiten a los
escritores que, no sesgados por el estímulo del espíritu partidista, se ocupan de
los hechos en lugar de las opiniones, desentrañar la maraña de falsedades y
exponer la verdad con toda sinceridad.
En
conclusión, debo reconocer mis obligaciones a su gracia el duque de Norfolk, y
al Sr. Howard de Corby, descendientes de la reina Adela, por algunos detalles
importantes relacionados con la vida de esa princesa, por los que estoy en
deuda con «Memorials of the Howard Family».
De hecho, debo peculiarmente mi agradecimiento al Sr. Howard, así como a su
consumado hijo Philip H. Howard, Esq.[3],
MP[4]
por Carlisle. Igualmente estoy en deuda con mis sabios amigos sir Thomas
Phillips de Middlehill, sir Harris Nicolas y sir Cuthbert Sharp, por su
inestimable amabilidad en lo que se refiere a manuscritos y libros de
referencia.
La
gentil atención que he recibido de sir William Woods, rey de armas de la orden
de la Jarretera, y la valiosa asistencia que me proporcionaron G. F. Beltz,
Esq. heraldo de Lancaster, y C. G. Young, Esq. heraldo de York, reclaman
también mi agradecido recuerdo.
Asimismo
debo ofrecer mi reconocimiento al conde de Stradbroke, lord Manners, D. E.
Davey, Esq., y otras personas educadas y nobles de mi condado natal que facilitaron
mi ardua empresa, colocando a mi disposición sus bibliotecas extensas y
valiosas; ni puedo dejar de expresar mi sincero reconocimiento por la atención
cortés y la ayuda que recibí durante mis investigaciones de los Sres. Cates y
Grabham, bibliotecarios del Museo Británico, y de otros caballeros relacionados
con ese tesoro educativo nacional.
Mi más sincero agradecimiento
a mi lograda amiga mademoiselle
Fontaine de Neuilly por su incansable amabilidad en proveerme crónicas
extranjeras, y en transcribir documentos franceses de la Bibliothèque du Roi,
no siempre al acceso en Inglaterra; también al Rev. J. Hunter, de la Oficina de
Registro de aumentos; a J. Bruce, Esq. tesorero de la Sociedad de Camden, y
sabio editor de algunas de sus publicaciones; a J. O. Halliwell, Esq., a cuyas
investigaciones y trabajos literarios esa sociedad debe tanto; y por último, pero
no menos importante, a la querida hermana que es mi compañera de trabajo y fiel
asistente en Las vidas de las reinas de
Inglaterra, que sin embargo ha prohibido que su nombre fuese unido en la
portada con el de
AGNES STRICKLAND.
Reydon Hall, Suffolk,
16
de diciembre de 1839
PREFACIO
A LA SEGUNDA EDICIÓN
LA demanda por los tres volúmenes de Las vidas de las reinas de Inglaterra ya
publicados ha sido tan inesperadamente rápida, que una gran edición se ha
agotado y se necesita una reimpresión de la parte inicial de la obra, antes que
los volúmenes finales puedan llevarse a la prensa.
Esta
circunstancia inusual pero muy gratificante, ha ofrecido oportunidad para
correcciones y adiciones que, se espera, harán la publicación más digna de la
halagadora recepción con que ha sido distinguida tanto por la prensa crítica
como por el público, a quienes debo mis mayores agradecimientos. Asimismo,
aprovecho la circunstancia para expresar mi más sincero reconocimiento a ese
gran historiador, el Dr. Lingard, por la valiosa ayuda que me ha prestado en la
presente edición.
PREFACIO
A LA TERCERA EDICIÓN
EN la introducción a una tercera edición
de los volúmenes de Las vidas de las
reinas de Inglaterra puede ser adecuado hacer notar que se los ha sometido
a una nueva revisión, completa y muy cuidadosa, y que se han hecho diversas
adiciones para incrementar el interés de la obra. En consecuencia, la
publicación del séptimo volumen que contiene la secuela de las memorias de la
reina Isabel y la vida de la primera reina de Gran Bretaña, Ana de Dinamarca,
se ha retrasado un tanto, pero estará disponible muy pronto el nuevo año.
Las muestras inequívocas
de aprobación nacional que indican los pedidos repetidos de reimprimir las
series ya publicadas de Las vidas de las
reinas de Inglaterra, al tiempo que ofrecen una recompensa que enorgullece por
el tiempo y el trabajo empleados en la empresa, proporcionarán un estímulo
adicional al esfuerzo de hacer los volúmenes finales más dignos de la atención
de los amantes de la literatura histórica.
Reydon
Hall, Suffolk,
14
de diciembre 1843.
[1] «Historical Memoirs of the Queens of England» en el
original. (N.
del T.)
[2] «Señora de
Inglaterra». (N. del T.)
[3] «Escudero».
(N. del T.)
[4] «Miembro del
Parlamento». (N. del T.)
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